No hay borrascas sobre el lago Mynebrie, sólo a veces la niebla lo cubre de orilla a orilla y hace imposible la navegación a los escasos barcos que se aventuran llevando telas y cerveza desde Connmar a Kenhadzel en estos tiempos de paz. Porque no siempre hubo paz.
En la costa de Connmar se alza el Castillo del Lago, un impresionante baluarte destinado --decían-- a resistir posibles invasiones desde el agua. Cierto es que nadie jamás ha osado atacar el castillo cruzando el lago; las murallas son inexpugnables, y ningún rey vaciaría sus arcas para construir una flota lacustre cuando en dos semanas podría hacer llegar sus huestes por la orilla.