No hay borrascas sobre el lago Mynebrie, sólo a veces la niebla lo cubre de orilla a orilla y hace imposible la navegación a los escasos barcos que se aventuran llevando telas y cerveza desde Connmar a Kenhadzel en estos tiempos de paz. Porque no siempre hubo paz.


En la costa de Connmar se alza el Castillo del Lago, un impresionante baluarte destinado --decían-- a resistir posibles invasiones desde el agua. Cierto es que nadie jamás ha osado atacar el castillo cruzando el lago; las murallas son inexpugnables, y ningún rey vaciaría sus arcas para construir una flota lacustre cuando en dos semanas podría hacer llegar sus huestes por la orilla.

Hoy, sin embargo, nadie visita el castillo. Sus paredes retienen, pegadas al lago, las lágrimas de una pareja de enamorados que desde lo alto de las torres ven pasar sus aciagos días.


Un enorme ejército bajó de las montañas y asaltó por sorpresa el castillo, hace años. Las tropas de Kenhadzel se estrellaron contra las almenas del castillo, y no lograron cruzar el puente levadizo. Desistieron del ataque tras sufrir pérdidas irreparables, y a la larga Connmar ganó la guerra.

Aún sin enterrar estaban los muertos cuando se descubrió en las montañas al príncipe Seotilar con Felenae, hija y única heredera del rey de Kenhadzel. Hubo voces de traición y de infamia, aunque los amantes lo negaron. Oban, rey de Connmar, pospuso su decisión hasta el fin de la guerra, que no fue breve. Las costumbres exigían la ejecución de los culpables, pero por su rango la pena fue conmutada por la de prisión a perpetuidad.  Oficialmente, Oban se apiadó de su sobrino Seotilar y en vez de recluirlo en la terrible Banbelda lo desterró junto a Felenae al Castillo del Lago.


Digo junto a Felenae porque ambos comparten techo: las instrucciones al alcaide, sin embargo, especifican que los dos no pueden verse ni hablarse. Y así sucede que deambulan por largos pasillos, se mueven de torre en torre o se asoman a los desolados balcones intuyendo apenas la presencia reciente del otro. A veces la niebla desdibuja completamente la silueta del castillo, pero algunos quisiéramos que lo borrase de nuestra memoria.