La historia de Eulenburg comenzó cuando las tierras al este del Vístula no estaban aún totalmente cristianizadas. Por aquellos años sucedió un hecho que conmovió por igual a nobles y plebeyos. La pequeña ciudad de Hagenau amaneció un día completamente vacía, desierta hasta de animales.


Ni uno solo de sus setecientos vecinos volvió a ser visto jamás. En otras circunstancias se podría haber pensado que todo era una repetición burlesca de la historia de Hamelin, en la otra esquina del imperio, pero con los letones asolando las tierras del este y las ocasionales apariciones de barcos suecos en la costa de Prusia oriental, la responsabilidad se achacó a los pueblos paganos.

El elector imperial y eterno aspirante a maestre de la orden Teutónica, Gottlieb von Reinenfelden, era a la sazón sobrino de Kasimiercz y Ladislas de Stettyn, cardenal católico y abad de Zielowitza respectivamente. Este astuto hombre de armas utilizó sus influencias ante la jerarquía para conseguir ser nombrado Markgraf de Vylkabyska y de ese modo asegurarse el control de la zona.


































Lo primero fue asentarse en su marquesado, para lo que ordenó construir una fortaleza que pudiese albergar a los habitantes perdidos de Hagenau si llegaran a aparecer. Pronto se vio que el proyecto era desproporcionado y megalomaníaco, y sólo obedecía al ansia de poder de Gottlieb.



























El nombre que Gottlieb eligió para la fortaleza fue Hohenbalken, y parecía concordar con la escala del edificio. Los feroces letones, sin embargo, no se dejaron doblegar facilmente, y durante cerca de veinte años continuaron haciendo frente a las crecientes fuerzas del Markgraf sin permitirle acabar el castillo. La construcción definitiva se terminó en tiempos de su hijo Goetz der Finsterer (el tenebroso), a quien realmente se debe la pacificación de la región de Vylkabyska.
































Gottlieb von Reinenfelden impuso un régimen de terror que no contribuyó a congraciarlo con la ya de por sí recelosa población a su cargo. Amargado y medio arruinado por la guerra, intentó financiarse mediante los impuestos y el comercio. En los últimos días de su vida, las pujantes ciudades hanseáticas habían conseguido el monopolio del tráfico de pieles y cerveza, y el Markgraf se convirtió en un tirano que intentaba equilibrar sus maltrechas finanzas controlando mediante el cobro de tasas el comercio interior. En su castillo eran frecuentes las ejecuciones masivas. Gottlieb (el amado de Dios) fue conocido a lo largo de su vida primero como el Pío, después como el Torturado y finalmente como el Rojo.

























Gottlieb murió excomulgado y expulsado de la orden que habría querido dirigir. Goetz el Tenebroso fue asesinado por rebeldes letones durante una peregrinación a Roma.


Eulenburg (la fortaleza de los búhos) fue el nombre con que los arrendatarios del marquesado bautizaron a Hohenbalken, el castillo de los altos balcones. Los búhos acabaron siendo los últimos señores del castillo, donde nunca habrían ya de vivir los malhadados habitantes de Hagenau.