Descripción


Es el primer castillo construido con el Gran Alcázar XII del que estoy mínimamente orgulloso. Para hacerlo aproveché parte de la estructura de Banbelda. Las ligaturas redondeadas de las torres cuadradas quedaban ocultas por el puente, así que intenté reformarlas para que se vieran mejor. El problema era que me veía sin piezas para alzar las torres, de manera que tuve que alterar el diseño.


La base de Glunzel comparte dos muros con Banbelda. El resto es original. Se rebajó la altura de la estructura principal para ahorrar piezas, y así conseguí subir la torre del homenaje hasta la hilada 29. Todavía no domino qué se puede hacer con las placas planas, pero aquí ya aparecen tres colocadas en niveles distintos, lo cual da más gracia al conjunto. Es un castillo diseñado en vertical, que intenta darle vidilla al paradigma “cuatro torres en las esquinas”. Se prescindió de la puerta grande porque me obligaba a hacer largos de pared excesivos.


Al final sobraron los dos arcos grandes, otro arco de ocho, dos placas de 3x9, una de 8x4 y otra de 8x8. También una base redonda grande con su tejado, los dos tejaditos redondos cortos, y un número de almenas, cubos y plaquitas en bisel.












































St Hegeberht  y su comunidad ascética fundaron una abadía en los altos riscos de Glunzel, que con el tiempo atrajo a numerosos peregrinos y contó con el favor de los reyes. Dunstan de Logres, martillo de hechiceros, la eligió para celebrar sus esponsales con la princesa Lainor de Burnante.


Cuentan que cuando ambos salían de la iglesia un enorme pájaro negro atrapó a Lainor con sus garras y se la llevó por el cielo.




















El rey Dunstan mandó derribar la abadía, y con sus piedras construyó una altísima atalaya, a donde trasladó su corte, desde entonces la más triste de las sedes reales. Ordenó que la entrada fuera angosta y casi impracticable, retiró sus embajadores de los países lejanos, y vivió retirado hasta el fin de sus días, huraño y arisco como los recios montes. Aún hoy se dice que, llueva o haga sol, es posible ver la desdichada figura del rey viudo oteando las nubes en todas direcciones, esperando a su esposa Lainor.